GESTIONAR BIEN EL MIEDO ES MUY RENTABLE

Más un año confinados en nuestras vidas, aislados del exterior, recibiendo continua y masivamente información caótica, estresante, preocupante y aterradora han “irritado” como nunca se había hecho antes, el cerebro reptiliano de la humanidad, provocando la más incapacitante de todas las emociones: MIEDO

La científica clínica al frente de la OMS, Soumya Swaminathan, declara a  la revista Financial Times, que pasarán cuatro o cinco años hasta que tengamos la COVID-19 bajo control ,que  la pandemia podría empeorar potencialmente, y que hay muchos «peros» sobre la vacuna, tanto sobre su eficacia  como por su seguridad. Paul Franks, profesor de Epidemiología en la Universidad de Lund, opina que las medidas de desconfinamiento que están iniciando varios países podrían traducirse en un aumento de las tasas de mortalidad “como ha pasado en Alemania, Japón o Singapur”: MIEDO

El estudio de seroprevalencia de sanidad, ENE Covid-19 arroja unas pésimas conclusiones: el virus está en la calle, indetectable y somos mas de 44 millones de españoles desprovistos de defensas contra el SARS-CoV-2. Esto sin pensar en que, además, en breve, se abrirán las fronteras y empezaremos a recibir turistas de otros países: MIEDO

El 40% de la población activa está afectado por un ERTE, cese de la actividad o desempleo; a los que hay que sumar los más de 3.200.000 desempleados que había a principios de marzo y los más de 16.500.000 de personas inactivas ( estudiantes, jubilados, amas de casa, incapacitados, etc), lo que significa que aproximadamente, el 75% de la población española está fuera del motor económico y productivo del país, pero necesitan comer, mínimo 3 veces al día: MIEDO

La recesión post Covid-19 que se prevee dibuja un escenario similar al que existió en el periodo de la postguerra civil del 39. MIEDO

Se empiezan a oír campanas acerca de que el ejército, la guardia civil, las fuerzas policiales preparan ya protocolos de actuación ante la “alta posibilidad de disturbios en la desescalada”: MIEDO

El terreno ya está abonado, la campaña del miedo ha sido la campaña de marketing más potente y mejor orquestada de toda la historia. Con estas perspectivas ¿Quién se atreve a no tener MIEDO? La respuesta es simple: los que han orquestado la campaña, que son una “minoría desconocida” y  los locos; pero estos además de ser minoría , no tienen credibilidad y todos ellos dan bastante MIEDO.

El MIEDO es un arma, sobradamente conocida y utilizada, como una de las herramientas más efectivas de control político y social. Una vez instaurado el estado de miedo, la tarea se vuelve mucho más sencilla, ya que, tan solo, hay que alimentarla obligando a la población a permanecer constantemente alerta. Y la neurociencia nos demuestra que nuestro cerebro humano no es capaz de gestionar adecuadamente la incertidumbre.

La violencia psicológica ejercida contra la población por los medios de comunicación, la inconsistencia contradictoria de las decisiones políticas y la proliferación de bulos constituye, en primera instancia, un atentado contra la salud de todos nosotros. La neurociencia ya ha demostrado que el miedo, la falta de ejercicio, la ausencia de sol y la carencia de contacto social, son factores muy relevantes a la hora de debilitar el sistema inmunológico humano y precisamente eso, es lo que, en estos momentos, menos necesitamos.

Y como prueba de ello, vemos que ya el Consejo General de la Psicología de España, en su revista Infocop nos advierte de que “Diez millones de españoles se hallan en riesgo de presentar problemas psicológicos derivados de la pandemia de COVID-19” .

El miedo sea racional o irracional, consciente o inconsciente es algo más profundo que tan sólo una emoción, está alimentado por nuestras creencias y nuestro mapa personal de la realidad. Es capaz de reinterpretar la realidad a nuestra conveniencia subjetiva para empujarnos a evitar aquello que tememos, siendo esto, lo peor que podemos hacer ya que, evitar las situaciones alimentará nuestros miedos.

Y como dijo Tito Livio: “el miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son”.

Ha llegado el momento de volver a la realidad, de salir a la calle y de seguir viviendo fuera de esa burbuja en la que hemos permanecido más de dos meses, porque esta situación en la que nos han sumido es absolutamente insostenible y lo que vamos a encontrar ahí fuera es, cualquier cosa, menos una nueva “normalidad”.

La realidad que vamos a encontrar es un nuevo punto de partida, donde desde la consciencia, el espíritu crítico y la responsabilidad, somos nosotros los que debemos construir la normalidad que deseemos; porque si no lo hacemos, otros lo harán por nosotros y es posible que no nos acabe gustando el resultado.

En el día a día, rodeados de incertidumbre, vamos a empezar a convivir con el mismo virus que nos ha confinado durante más de dos meses, y con el resto del mundo.  Y este “resto del mundo” son personas, tan repletas o más que nosotros, de miedo. Miedo disfrazado de maneras previsibles como la preocupación, la frustración, el estrés, la ansiedad,  el enojo, la falta de atención, o la agresividad y de otras, no tan previsibles, como el rechazo social, el aislamiento, los policías de balcón enjuiciando a madres con niños autistas, conductores insultando a deportistas de élite que entrenan para dar lo mejor se sí mismos por su país, nuestro país, juicios sumarios desde la completa ignorancia, intolerancia ante la amplia escala de grises, rigidez en las opiniones y las conductas e, incluso, disfrazado de exigencia de cortesía y respeto, pero miedo al fin y al cabo.

La realidad que vamos a encontrar no es nada fácil y dado que, a nivel individual e inconsciente, parece que nos resulta más sencillo ceder el control de nuestra propia vida y circunstancias, que asumir la propia responsabilidad sobre ellas…creo que ha llegado el momento de tener una seria conversación con nosotros mismos y empezar a tomar decisiones.

Una conversación sincera, en la que partamos desde la premisa de que somos esclavos de nuestros miedos, de que estos son capaces de secuestrar nuestra racionalidad en el momento más imprevisto y que, llegado el momento nuestras respuestas inmediatas e inconscientes serán tres: luchar, huir o quedarnos paralizados, si antes no trabajamos y entrenamos su gestión.

El miedo es una emoción sana, que nos protege, siempre y cuando seamos capaces de gestionarlo correctamente y no comportarnos como “pollos descabezados” exigiendo que nos “corten las alas”. Gestionar el miedo no significa ignorarlo, reprimirlo o engañarlo; así solo tendremos un problema añadido. Si lo convertimos en aliado y le permitimos acompañarnos, observándolo de cerca, podremos utilizar en nuestro favor sus beneficios.

Solo de esta manera y dependiendo de la sinceridad en reconocer la autenticidad y magnitud de nuestros miedos, así como el hecho de ser conscientes de nuestros mecanismos interpretativos y emocionales, podremos gestionarlos, cada vez mejor, con responsabilidad, precaución y objetividad. Nos va en ello, no solo, la salud física, sino también evitar que nos lastre la alegría, el entusiasmo y la visión positiva de los acontecimientos del día a día, que nos ayudarán a construir colaborativamente, entre todos, con creatividad, resiliencia e innovación, la realidad en la que queremos vivir.

Como dijo el recientemente fallecido Juan Genovés : “El motor de mi vida fue la resistencia al miedo”

Todos tenemos miedo, la diferencia entre nosotros es que hay algunas personas a las que su gestión les resulta más fácil, probablemente, porque tengan mejores herramientas emocionales y estén más entrenados para hacerlo. La buena noticia es que estas herramientas se pueden aprender y se pueden entrenar. Hacerlo es posible si educamos nuestra mente y desarrollamos todo el potencial de nuestra consciencia para poner claridad en nuestros procesos mentales y emocionales, es decir, en la comunicación sincera con nosotros mismos.

Y nos facilitaremos mucho la tarea, si somos capaces de reconocer que necesitamos ayuda, si nos apoyamos los unos a los otros, si entrenamos nuestro espíritu crítico ante tanta información basura, si nos enfocamos en buscar soluciones en vez de permitir que los problemas nos ahoguen, si nos escuchamos y observamos (nosotros mismos y a los demás) sin juzgar, si acompañamos sin imponer, si practicamos la solidaridad con los que nos rodean, si agradecemos y apreciamos el valor de los pequeños gestos que nos hacen verdaderamente felices, si practicamos la empatía y nos ocupamos de ser útiles y ayudar, en definitiva, si trabajamos, “codo a codo”, en equipo.

En cuanto a las empresas, como organizaciones vivas en permanente evolución, formadas por personas y al servicio de personas, también han de replantearse, si cabe con mayor seriedad, su gestión del miedo, si quieren asegurarse su supervivencia y empezar a tomar decisiones audaces e innovadoras, en vez de esperar a “ver qué pasa”, o creer que las ayudas de un gobierno falsamente paternalista, las sacará de esta situación.

Y la primera decisión estratégica que deberán tomar, respecto al miedo, resulta de la elección en cuanto a:

Opción A-Permanecer anclados en el viejo paradigma a través del cual se rentabiliza el miedo basándose en los mismos principios que crearon el problema: un mundo de sobreconsumo en el que primero se generan los miedos y se agitan con vehemencia para, inmediatamente, vender el remedio que, aparentemente, cubra, tape u oculte el miedo.

Un paradigma en el que se gestionan y dirigen las organizaciones mediante viejos principios autoritarios situando el miedo como variable estratégica de la gestión y utilizando la tensión laboral como estímulo sistemático. ¿Durante cuánto tiempo las empresas han aplicado políticas de miedo (principalmente a perder el trabajo), porque buscan resultados inmediatos?

Opción B-Anticiparse, adaptándose al nuevo paradigma para rentabilizar la gestión del miedo a través de la generación de confianza.

Replantear la misión, visión y valores de la empresa y alinearlos tanto con la utilidad real del producto o servicio que produzcan para resolver de forma efectiva los problemas que la sociedad en general y sus clientes en particular demanden, como con la estrategia de gestión de su capital humano que deberán convertir en la fuerza motora e innovadora de toda la organización.

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Las empresas que decidan aferrarse al viejo paradigma (opción A), basándose en que “siempre se ha hecho así y ha funcionado” quizá logren rentabilizar el miedo a corto plazo, pero están rompiendo los vínculos entre el colaborador y la empresa, mientras se aprovechan sin escrúpulos del miedo de sus trabajadores y clientes. A medio y largo plazo irán viendo disminuir su rentabilidad no sostenible, a medida que las organizaciones que opten por anticiparse y adaptarse al nuevo paradigma, vayan consolidando su nueva estructura y gestión sostenible.

Porque el miedo bloquea la creatividad y la iniciativa, porque las cadenas son tan robustas como su eslabón más débil, porque si se dirige a través del miedo la organización tiende a la mediocridad y a ser más agresiva, porque trabajar con opacidad, genera mayor incertidumbre y desconfianza, porque dificulta la toma de decisiones, distorsiona la comunicación interna y genera un círculo vicioso que se va retroalimentando, dando cabida a nuevos miedos a partir de los temores que ya están consolidados.

Por otro lado, y cada vez en mayor medida, el cliente final gestiona su decisión de compra dentro de un mercado comoditizado (la diferencia de la oferta es insignificante) en función de los valores y sostenibilidad que demuestran las organizaciones y la diferenciación y utilidad de los productos y servicios que estas ofrecen y ellos necesiten.

Sin embargo, a partir de ahora, en este singular momento de inflexión, en el que la realidad es  la que impone de forma autoritaria una evolución que, de otra manera, nos hubiera llevado años e ingente esfuerzo implementar, con una situación de crisis como nunca antes hemos conocido, con los nuevos modelos de empresa, de mercados, de negocios, de gestión de capital humano lo que necesitamos son empresas, empresarios y líderes audaces e innovadores con una demostrable calidad humana. Capaces de potenciar y retener el talento, creatividad, motivación e ilusión porque lo que necesitamos son personas dispuestas a trabajar con toda su alma y dar lo mejor de sí mismos.

Ante los difíciles momentos que se nos avecinan, ¿somos conscientes de que las empresas van a pedir a sus trabajadores que “arrimen el hombro”?, pero ¿qué clase de respuesta esperan si la gran mayoría de ellas, desde que se decretó el estado de alarma y suspendieron temporalmente los contratos con sus trabajadores, se desentendieron de ellos y ni siquiera han sido capaces de preocuparse por si tenían algo para comer? Después de dos meses de confinamiento, todavía el 10% de los trabajadores en ERTE no había cobrado un céntimo, ni sabía cuándo lo iba a hacer.

El capital humano es hoy, con diferencia, su activo más importante. El compromiso, la implicación y la solidaridad del capital humano de las empresas se logra cuando esta es capaz de convertir los empleados mercenarios de toda la vida, en socios aliados. Y para ello es necesario e imprescindible que la empresa  se ocupe, con sinceridad, del bienestar de todos sus colaboradores, gestione los procesos con transparencia y sin miedos ocultistas, informe con veracidad sobre la situación, los cambios a implementar y los resultados obtenidos, invierta en formación útil  (tanto técnica, como emocional) para capacitar a sus colaboradores en la gestión y optimización de los cambios, se promueva y potencie la participación de los mismos en la toma de decisiones, se les preste y facilite todo el apoyo necesario para alcanzar los objetivos y se reconozcan debidamente los logros. Solo de esta manera conseguirá generar confianza, retener el talento, ampliar su capacidad de gestión, satisfacer las necesidades de sus clientes, ampliar su cuota de mercado, garantizar la supervivencia de la empresa y rentabilizar, a medio y largo plazo, la gestión del miedo.

A partir de aquí, la decisión es suya, yo solo planteo la pregunta: Como personas o como empresarios ¿jugamos para ganar o apostamos para perder?

¿QUÉ HAREMOS “EL DÍA DESPUÉS”?

“Nunca podrá resolverse un problema desde el mismo nivel de consciencia (con la misma mentalidad) con el que se creó” Albert Einstein

El mundo se ha parado. El uso inconsciente de la globalización ha provocado la mayor crisis mundial vivida, hasta ahora, por la gran mayoría de la humanidad; una desgarradora crisis sanitaria, una muy grave crisis económica y una desoladora crisis social.

Vivimos en una era en la que, los cambios se producen a una velocidad de vértigo ante la cual, la única solución del hasta ahora sistema dicotómico, imperante, racional, mecanicista, y capitalista era por un lado, el “sálvese quien pueda” y “tonto el que llegue el último”, y el “no es culpa mía, “alguien” lo tendrá que arreglar”, por otro.

Unos cambios tan rápidos y constantes, que estaban separando la sociedad en capas irreconciliables: Una pequeña élite, propietaria de los sistemas de producción que acapara sin escrúpulos, constantemente, cada vez un mayor poder y capital, una gran masa que trabaja para los primeros, con un poder adquisitivo cada vez menor, pero hipnotizada por el consumo inconsciente y  desorbitado, provocado por su constante insatisfacción y una tercera masa, creciente, de población mundial que, se está quedando fuera de la sociedad.

Este modelo de humanidad, no es sostenible. Es terríblemente frágil y tal como nos ha demostrado la pandemia actual que estamos viviendo, el eslabón más débil provoca un efecto dominó, capaz de arrollar, indiscriminadamente, a quien se le ponga por delante.

El mundo se ha parado y todavía, después de un mes de confinamiento, escuchamos, entre todo el ruido negativo mediático “¿Cuándo podemos volver a la normalidad?”…como si mañana consiguieran la vacuna y pudiéramos volver a salir a la calle, pensando en que el último mes, solo ha sido una mala noche de pesadillas.

Todavía hay una parte de la población que se niega a ver la realidad en la que está inmersa y considera que, pasadas unas semanas o meses, en la medida que seamos capaces de controlar una crisis sanitaria, todo volverá a la normalidad que todos conocíamos hasta ahora.

Y ¡no! El mundo se ha parado y esta crisis es una enorme oportunidad de aprendizaje. La economía se ha ido “al traste” porque estamos consumiendo, estrictamente, lo necesario.

Y ahora es el momento, de replantearse cómo queremos que sea el futuro, de tomar consciencia sobre el valor de las personas y de las cosas, de valorar y agradecer todo aquello que nos ha permitido seguir adelante (desde las cosas más básicas y sencillas, pasando por las relaciones personales que nos han sustentado, hasta las personas y los sistemas, que nos permiten vivir con abastecimiento, salud, seguridad …) También es el momento de ser consciente de todo aquello que, durante este confinamiento hemos añorado visceralmente y de corazón, reasignando una nueva escala de valores a hechos y situaciones que, hasta el mes pasado, dábamos por sentado… y que, curiosamente, no tienen ni marca, ni precio, pero que, ahora, resultan de un valor incalculable. Besos, abrazos, paseos al atardecer, tertulias con amigos, la libertad de ir y venir, un trabajo, unos compañeros…

Y sobre todo, es el momento de empezar a construir el futuro. Un futuro en el que pongamos en práctica, cada uno, empezando por sí mismo, lo que hemos aprendido durante esta crisis, que, también, está vestida de oportunidad.

  • Hemos aprendido que, lo que sabemos hoy, no será suficiente mañana.
  • Hemos aprendido que, la humanidad con toda su inteligencia, está indefensa ante un enemigo tan simple como un virus.
  • Hemos aprendido que, un solo país puede sitiar a todo el planeta.
  • Hemos aprendido que, se puede ganar una guerra sin lanzar una sola bomba.
  • Hemos aprendido que, solos, no somos nadie, y que necesitamos vivir interconectados.
  • Hemos aprendido que, ya estamos interconectados y somos interdependientes los unos de los otros hasta un punto que, nunca antes, hubiéramos imaginado.
  • Hemos aprendido que, “la responsabilidad” es un ejercicio individual que cada uno debe poner en práctica, en su propio beneficio y en el de los demás.
  • Hemos aprendido que, juntos somos más fuertes y que, el resultado del conjunto es mucho mayor que, el de la suma de las partes.
  • Hemos aprendido que, todos tenemos un talento natural que nos hace sentir bien y que podemos poner en práctica al servicio y beneficio de los demás.
  • Hemos aprendido que, el valor de cada persona no reside en lo que tiene, sino en lo que es capaz de aportar a los demás.
  • Hemos aprendido que, la competición por llegar el primero, puede hacer que no se llegue nunca y que la colaboración, con propósito, nos hace volar hacia el objetivo.
  • Hemos aprendido que, la solidaridad nos ayuda, cuida y protege.
  • Hemos aprendido que, somos el virus del planeta, y que la naturaleza nos echa de más mucho más que, de menos.
  • Hemos aprendido que, “trabajar” no significa estar sentado muchas horas en la oficina.
  • Hemos aprendido que, la innovación no significa volver a inventar la rueda, sino mejorar lo que ya hacemos con mayor eficacia y más eficiencia.
  • Hemos aprendido que, el control no se traduce en productividad, pero el liderazgo, el seguimiento y el apoyo sí.
  • Hemos aprendido, por la vía más difícil, que el tejido empresarial no es quien “sostiene” un país, si no tiene clientes.
  • Hemos aprendido que, el capital esencial y más importante de las empresas es el talento de su capital humano, capaz de la resiliencia más sorprendente.
  • Hemos aprendido que, es posible generar un problema auto-escalable a nivel mundial, para luego, vender la solución.
  • Hemos aprendido que, la mano de obra barata nos puede salir muy cara, y además, hay que pagar por adelantado.
  • Hemos aprendido que, retener el talento y generar diversificación productiva es una inversión muy rentable.
  • Hemos aprendido que, estar atentos, prever, planificar, organizar y tener un plan “B” es imprescindible para poder improvisar con coherencia y efectividad.
  • Hemos aprendido que, el beneficio económico, vacío y sin acompañarse de un propósito que trascienda, resulta obsceno y depredador.
  • Hemos aprendido que, el dinero no es la mayor fuente de motivación.
  • Hemos aprendido que, nos es imposible escapar de nosotros mismos, por lo que conviene mucho aprender a gestionar nuestros miedos, nuestros duelos, nuestra culpa y vivir en paz con nosotros mismos.
  • Hemos aprendido a convivir con la incertidumbre y a entender que, no hay nada seguro.

Ya hemos cumplido con la primera tarea: Nuestro nivel de consciencia, ha cambiado.

«Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo.» – Atribuido a Albert Einstein.

El mundo se ha parado y cuando vuelva a caminar, todo habrá cambiado. Nosotros habremos cambiado. Los protocolos serán nuevos. Los comportamientos, formas de pensar y vivir serán distintos. Las relaciones se transformarán. Los sistemas de trabajo serán diferentes. Las necesidades serán otras. Nuestra escala de valores se habrá alterado y nuestras prioridades también. Por todo ello, surgirán oportunidades impensables hasta hace, tan solo, un mes.

Y cuando despertemos mañana, podamos volver a salir a la calle, volver a poner en marcha este mundo, volver a encontrarnos, volver a trabajar, nos encontraremos que, será entonces, cuando empiece el trabajo más difícil: poner en práctica todo lo aprendido y practicar, practicar, practicar…

Despertaremos en un mundo que:

A nivel global, la IA (inteligencia artificial) y los metadatos por un lado, y los filósofos y sociólogos, por otro, nos anticipan cambios “impuestos”, nada positivos, que, como siempre, tendremos que asumir, mientras encontramos por nosotros mismos, la forma de rebelarnos para poder sobrevivir en las mejores condiciones:

– Tras reconocernos vulnerables, nos impondrán un mayor control porque el ser humano tolerará más la vigilancia de la autoridad y obedecerá sin rechistar, como plantea la sociedad disciplinaria de Flasspöhler.

-Nos obligarán a que renunciemos a parte de nuestras libertades en favor de la salud, creyendo que eso, nos aporta seguridad.

-Estaremos endeudados “hasta las cejas” (a nivel particular, a nivel empresa y a nivel nación) o habremos quebrado económicamente, por lo que, la escasez nos hará mucho más vulnerables.

-Desde la política, la macroeconomía, los medios de comunicación… intentarán con todas sus herramientas, volver a “adormecernos” y dividirnos. Mientras puedan mantenernos sin pensar, separados y distantes los unos de los otros, será más fácil controlarnos y manipularnos.

Porque sí, no dudemos que esta crisis mundial, volverá, nuevamente, a enriquecer sin límite, a una élite minoritaria y abrirá una brecha todavía más amplia, entre ellos y el resto de la sociedad mundial.

Y ¿qué podemos hacer?,¿cómo podemos reaccionar desde nuestra individualidad particular para sobreponernos a las circunstancias y tener la posibilidad de prosperar?

El mundo, del día después, se definirá por las decisiones y acciones que tomemos hoy. Y estas decisiones nacen de la absoluta y total individualidad. Dependen, únicamente, de nosotros mismos, de nuestra elección personal.

-Responsabilidad: No podemos delegar nuestra vida en nadie más. Somos los únicos responsables de cómo la gestionamos, porque, cada uno, está ocupado en la suya propia. Debemos aprender a responsabilizarnos de que, cada uno de nuestros pensamientos, comportamientos y decisiones conllevarán unas consecuencias, para nosotros mismos y para nuestro entorno, probablemente, además, con “efecto mariposa” y a priori, debemos ser conscientes de si estamos dispuestos a asumirlas o no.

-Coherencia e integridad: El resultado de alinear nuestros pensamientos, acciones, comportamientos y asumir las consecuencias de los mismos se traducirá en una mayor confianza en nosotros mismos. Puede que no sean del agrado de todo el mundo, pero nadie más “camina en nuestros zapatos” y todos tenemos los derechos universales asertivos básicos, incluido el de equivocarnos.

-Coraje: Valiente no es el aquel que no tiene miedo, sino aquel que, a pesar de sentirlo, actúa y avanza. El miedo nos bloquea, nos resta energía. Debemos ser conscientes de nuestros miedos, saber que solo están en nuestra mente, dar “un salto de fe” en nosotros mismos y avanzar sobre ellos.

-Honestidad y transparencia: Generar confianza va a ser primordial, en cuanto salgamos de nuevo a la calle, generar confianza entre las personas, en nuestros productos, en nuestros servicios, y para ello, debemos ser y actuar con honestidad, autenticidad y transparencia. En el día después, cualquier persona, empresa, bien o servicio que no actúe con conciencia social, sea sostenible, o busque una mejora útil y sincera para construir el futuro, será progresiva y sistemáticamente eliminada por descarte.

-Flexibilidad: Las verdades absolutas no existen y los “para toda la vida” pertenecen a siglos pasados. El futuro se construye con atención, aprendiendo constantemente, de todo y de todos y adaptándonos, tan pronto como sea posible, a las circunstancias. La resistencia a los cambios solo produce desgaste energético, emocional y exclusión. La flexibilidad se consigue a través de la aceptación de las circunstancias y la proactividad positiva: “¿Qué es lo mejor que puedo hacer con lo que tengo?”

-Humildad y espíritu de principiante: Vamos a despertar en un mundo nuevo. La soberbia y la experiencia que nos ha traído hasta esta situación, nos van a servir de poco para construir un mundo mejor. Tenemos que “desaprender”, muy deprisa, todas las respuestas automáticas subconscientes, viciosas y viciadas que ya, nos resultarán inútiles y entorpecedoras para progresar; y desde la humildad del ignorante, la curiosidad ilimitada, cuasi infantil, la pasión por el conocimiento y la decisión firme, deberemos empezar a gestionar nuestras emociones, elegir nuestros pensamientos, cambiar nuestras creencias, adoptar nuevos hábitos y forjar, de manera resiliente, proactiva y positiva nuestro carácter y nuestro destino.

-Resiliencia generativa: Estamos comenzado a dar los primeros pasos en un mundo nuevo y somos conscientes de que cometeremos errores. La resiliencia consiste en no “atascarse” buscando culpables (esto forma, ya, parte del pasado), sino en evolucionar con constancia, y tenacidad, aprovechando el talento y el conocimiento que tenemos a nuestra disposición para encontrar soluciones. Significa trabajo y paciencia en la búsqueda personal y como colectivo, incesantemente, de la excelencia. Y cuando la moral decaiga, volver a visualizar el objetivo, motivándonos con la gratificante emoción del logro, para con renovada energía, retornar a la construcción del hoy, momento a momento, paso a paso.

-Empatía: ”Tratar a los demás como nosotros queremos ser tratados” es un planteamiento, ya, obsoleto y nunca más válido. El “yo” individual ha dejado de ser válido como punto de referencia. El punto de referencia se ha trasladado, generosamente, hacia los demás. Empatía es tratar a los demás como quieren y necesitan ser tratados. Empatía es el nuevo idioma en que vamos a poder comunicarnos y entendernos. Y para ello, primero deberemos aprender y practicar el idioma, deberemos escuchar con mucha atención, no solo, lo que nos dicen los demás, y cómo nos lo dicen, deberemos aprender, también, a sentir y a escuchar lo que callan. Empatía es un idioma mucho más complejo y gratificante que los que hemos utilizado hasta ahora. Implica comunicarse con la mente y el corazón, utilizando grandes dosis de afecto, generosidad, respeto y tolerancia, prescindiendo, sobre todo, de los prejuicios de nuestras propias creencias.

-Amor: Sabemos que el amor es la mayor fuerza motivadora. Es el mejor aglutinante. Nos hace mejores personas. Es la mejor medicina de las enfermedades sociales que empiezan por “in”(inconsciencia, intolerancia, incomprensión, insolidaridad, injusticia, indiferencia, individualismo, incomunicación…). Hagamos uso y abuso del amor, para con nosotros mismos y para con todo lo que nos rodea. El amor en cualquiera de sus formas: el cuidado de los que tenemos cerca, la amabilidad, la solidaridad, la cooperación, el compromiso, el respeto, la lealtad, la gratitud, el perdón, pedir y recibir ayuda, la compasión…El amor, al contrario que el dinero, cuanto más lo derrochamos, mayor cantidad obtenemos de retorno. Todos somos valiosos e imprescindibles en esta tarea que enfrentamos y si trabajamos todos juntos, en beneficio de todos, antes conseguiremos salir hacia adelante, en las mejores condiciones.

Esto, no es demagogia, ya existen dos generaciones (los millenials y la generación Z) incorporadas a la sociedad laboral, productiva y consumidora, con estos principios integrados en su comportamiento y en su conciencia. Que exigen de la sociedad este paso adelante y que irreversiblemente, cambiarán la forma en la que entendemos el mundo. La cuestión es si, en estos momentos, queremos ser todos y cada uno de nosotros, parte del problema o parte de la solución.

Y no! No quiero que me creáis, no quiero que creáis nada, ni a nadie, me gustaría que lo cuestionarais todo y a todos, que desarrolláramos nuestro espíritu crítico. Para después hacer un ejercicio de introspección personal, sincero y que, desde la respuesta del corazón, actuáramos en consecuencia y nos pusiéramos, todos juntos, a trabajar, …que nos queda mucho por hacer.